miércoles, 6 de agosto de 2008

Sagua la Grande, Monumento Nacional

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Sagua la Grande, villa fundada oficialmente, según es tradición, el 8 de diciembre de 1812, aspira, doscientos años después de haber erigido la piedra angular de su primera iglesia, a incluirse en la selecta lista de Monumentos Nacionales de la República de Cuba. Pocos centros históricos urbanos, conjuntos arquitectónicos bastante extensos y, por consiguiente, desiguales, han conseguido la aprobación de la Comisión Nacional de Monumentos. Las siete primeras villas fundadas a raíz de la conquista en el siglo XVI, San Juan de los Remedios -la octava- y Guanabacoa, entre las más antiguas, lo han obtenido; Cienfuegos y Gibara, ciudades del siglo XIX, precedieron con éxito a la Villa del Undoso en el trasiego de expedientes, gráficos y memorias descriptivas.
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Ahora toca a la antigua villa de Sagua la Grande, consagrada como tal por Real Decreto de Isabel II, "desde ahora y para siempre jamás", persuadir con sus tesoros artísticos e históricos a la rigurosa comisión, que ya envió sus representantes la pasada semana a recorrer el centro histórico. Son 66 manzanas, cinco plazas, 118 kilómetros de vías asfaltadas; se ve que será muy ardua la tarea de los inspectores patrimoniales.
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No hay que decir que todos los sagüeros hacemos votos para que los especialistas que juzgan a la Villa, encuentren suficientes merecimientos en su añejo porte, los bastantes para concederle el galardón que vendría a reconocer su significación para la cultura nacional. Adrián Quintero, que me precedió en el deber de escribir sobre el asunto, confía en la eficacia del reconocimiento para garantizar la salvación del conjunto arquitectónico. Todos hacemos votos por Sagua. Y creemos, con Jorge Mañach (1898-1961), que la Perla del Norte seguirá siendo llamada "Tacita de Plata", por "receptiva, brillante y pulcra".
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La Comisión Nacional de Monumentos enviará sus jueces otra vez en octubre. Sagua, la neoclásica, abrirá sus verjas para ellos con el donaire de siempre; les convencerá, la Máxima, de que ningún honor le ha sido negado nunca a su flamante hospitalidad.
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