lunes, 1 de noviembre de 2010

La escapada

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Entenderás que trenzaba
la crinolina con muy pocas hebras
y apenas gemía su laconismo
como un tejedor de capullos cerrados.
Semejante a la semilla del silencio era
su música inhóspita,
país donde nadie acude a las puertas
con un puñado de sal para el viandante ilusionado
por devolverse al amor de la propia casa.
Imagínate un oboe estentóreo y un saxo infame
como la melodía de quien colige
una traición de los suyos.
Los caballos de la escapada trajeron la bruma fría
a la intemperie callada de mi abandono.

...

Canción goliarda

Amenazadme con una canción espantosa.
Gritad los decires blancos del anochecer
malogrado por viento
de lluvias y recuerdos jubilosos que empiezan
a remontar la escalinata interrumpida por siete cerrojos.
Por piedad, ¿quién me sujeta las sienes?
¿quién embrida los agujeros de enhebrar
dolores luego de la fiesta?
Matadme con una orgía de meditaciones vacilantes
antes de que muera con mi naturaleza confinada
a un limbo de árboles tenues,
como moriría cualquier niño plúmbeo.
Castigadme después, consoladme del tedio.
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2 comentarios:

◊ dissident ◊ dijo...

Desgarrados.

Me quedé con el niño plúmbeo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Mejor no pregunto al falto de abrigo en el destierro de su espacio mismo, desgarradores textos.